Hoy en día nuestras salas de clases, cuentan con
una variedad de estudiantes que teniendo 18 años, quieren trabajar y estudiar,
ya que los recursos para un joven estudiante siempre son escasos y las mesadas
en algunos casos se traducen en una asignación de movilización, si a lo
expuesto le agregamos el hecho de que en nuestro país la gratuidad es una
ilusión colectiva, ya que de alguna u otra forma cada día que pasa el
estudiante goza más de una situación de privilegio que de la posibilidad de
acceder a un derecho. Por estas razones, aparece la necesidad de trabajar con
la pura y atractiva intensión de tener los recursos que posibiliten darse un
pequeño gusto, trasladarse, comprar útiles, financiar cerros de fotocopias, sin
que esto implique una independencia total del presupuesto familiar o la salida
del hogar, de nuestra castigada clase media emergente, vale decir, sin que
estos mínimos recursos de un trabajo juvenil, obliguen a renunciar a los
beneficios de ser carga familiar, ni menos perder los beneficios asociados a la
salud.
Entonces, muchos de nuestros jóvenes de enseñanza
media como también aquellos estudiantes de los primeros años de enseñanza
superior, que se encuentran en la búsqueda de becas y beneficios crediticios, se
dan cuenta que, por el hecho de haber tratado de ser una ayuda en su proceso
formativo, levantaron un obstáculo por el sólo hecho de haber perdido la condición
de carga familiar y que alguien en su proceso de enseñanza, sólo les habló de
vocación, pero no los orientó laboralmente.
Porque, cuando un joven firma un contrato de
trabajo, no sólo debe ingresar a una AFP, actualmente Habitat, además debe adscribirse
al sistema de salud, ya sea en el sistema público FONASA o bien en
el sistema privado ISAPRE, quienes cumplen rigurosamente con la ley. Por tanto,
este joven que ha querido ser una ayuda en su hogar, pierde la calidad de carga
familiar, independiente al hecho de que la ley señala que los requisitos que
deben cumplir las personas que pueden acceder a ser carga familiar. En el caso
de los mayores de 18 años, pueden ser carga familiar hasta los 24 años siempre
y cuando la persona sea soltera y acredite estar estudiando tanto en la
enseñanza: media normal, técnica, especializada o en alguna institución de
educación superior reconocida por el Estado de Chile. Además, al ser mayor de
edad, debe vivir a expensas del beneficiario.
Ósea, si un joven quiere tener su propio dinero y
trabajar para ello, sin perder la calidad de beneficiario como carga familiar,
este debe tener en cuenta que no puede recibir una renta igual o mayor al 50%
del sueldo mínimo, para ello una solución sería la emisión de boletas de
honorarios.